La acusación de Plagio contra Carlos Fuentes


En 1985 escribí El Unicornio Azul, mi primer novela, autobiográfica,
y la dí a conocer a partir de 1986.


El génesis y desarrollo de esa novela la describo en EL UNICORNIO AZUL.


En 1994 Carlos Fuentes publicó Diana, o La Cazadora Solitaria.

 

Esto es lo que ocurrió después.

 

 (Aclaración: El siguiente diálogo proviene de una entrevista que alguien me hizo por correo,
hace ya algunos años. Perdí el correo original y no sé si fue publicada, o en dónde. Le pido disculpas al periodista que la hizo. La retomo y publico aquí porque toca el tema de una forma muy concreta y directa.)


 

Preguntas y Respuestas

 

¿Cómo se dio cuenta de las similitudes entre ambas novelas?

 

En 1994 estaba yo en México y compré el libro de Carlos Fuentes cuando fue publicado. Al leerlo comencé a encontrar muchas cosas que me parecían conocidas. En cada página me parecía encontrar cosas que ya había leído, pero me resistía a creer lo que la evidencia me indicaba. Al terminar el libro de Fuentes, incrédulo aún, desempolvé mi propia novela y procedí a hacer una comparación rigurosa, página por página.

 

Al terminar no tenia ya ninguna duda, pero sí una enorme sensación de agravio y una enorme pregunta ¿POR QUË?.

 

¿Por qué lo había hecho Fuentes? La sensación de agravio me hizo pensar en que pudiera ser una venganza personal, pero yo no conocía a Fuentes personalmente y todo lo que yo había escrito y publicado en el Unomásuno había sido en el terreno político, no literario, casi siempre desde Estados Unidos. No existía ninguna razón para que Fuentes hiciera una cosa así por venganza. Pensé que tenía que ser una enorme equivocación de Fuentes.

 

Aún así, para evitar cualquier error de apreciación que pudiera ser motivado por la pasión, le pedí a mi esposa y a algunos amigos que hicieran una lectura independiente, sin decirles de qué se trataba. Sus reacciones fueron unánimes; era un plagio. Todos los que leen ambas novelas llegan a la misma conclusión. Incluso un reportero amigo de Fuentes, por defenderlo me dijo que efectivamente si existían las similitudes pero que los finales de las novelas eran diferentes y por lo tanto sí se valía el plagio!

 

 ¿Qué hizo al principio y cómo decidió entablar una demanda?

 

 Al principio le solicité a la Dirección de Derechos de Autor que interviniera ante la editorial. Mi posición era que no quería hacer el asunto público y que me daría por bien servido si Fuentes retiraba su novela del mercado. Derechos de Autor citó a la editorial a una Junta de Conciliación.

 

Dicha junta fue un desastre; como representante de la editorial asistió un tipo sumamente prepotente, llamado Sealtiel Alatriste, quien básicamente llegó para amenazarme con convertirme en un paria en el ambiente intelectual de México si no retiraba mi demanda. Años después Sealtiel Alatriste mismo fue expulsado de la Dirección de Cultura de la UNAM por ser un ladrón de textos descarado y cínico.

 

Fue entonces cuando decidí presentar la demanda. Aún así quise llevar el asunto de forma discreta, pues yo seguía creyendo de buena fe que todo había sido un colosal error de Fuentes. Hasta ese momento seguía creyendo en la ética personal de ese escritor mexicano. Sin embargo un periodista se enteró del asunto y lo hizo público.

 

¿Cómo tomó y ha tomado la respuesta que tuvieron los amigos de Fuentes hacia usted?

 

En lo individual la grilla no me espantó, pues ya la esperaba y la había experimentado desde que escribí para el Unomásuno. En aquel entonces le achaqué la grilla en contra mía al PRI y sus peones, pues yo había dirigido varios movimientos sindicales. Lo que nunca me esperé fueron las mentiras, infundios y ataques de pura mala leche provenientes de artistas de renombre. Me pareció sumamente cobarde la actitud de muchos miembros de la comunidad intelectual mexicana, pues casi nadie se atrevió a proteger en forma pública mi derecho a defenderme como ciudadano y como escritor.

 

Con una desfachatez enorme, encabezados por Sealtiel Alatriste, quien les publicaba sus libros, los amigos de Fuentes propagaron la versión de que Fuentes basó su libro en una aventura que tuvo en una noche de copas con una actriz estadounidense llamada Jean Seberg. Una aventura que ya el escritor estadounidense Paul Theroux probó que no existió pues Jean Seberg NUNCA mencionó a Carlos Fuentes en ninguna parte de sus diarios. Y ella era famosa entre otras cosas por dar a conocer públicamente sus aventuras sexuales. Fornicar era era su forma de hacer política. Si ella hubiera aceptado a Carlos Fuentes en su cama, lo habría mencionado al día siguiente como lo hizo con todas sus parejas. De hecho, fue perseguida en Estados Unidos por hacer público que se acostaba con un militante negro, miembro de los Black Panthers.

 

Eso de la aventura de Fuentes con Seberg jamás fue probado. Pero aunque efectivamente esa aventura hubiese existido, no dejó huella pues obviamente ella ni lo peló.

 

Una aventura de una noche no se compara con una relación de muchos años, intensa, completa y profunda, como la que yo tenía y he tenido con Leslie, mi esposa.  Al escribir el libro yo tenia casi diez años de casado con ella, quien es completamente estadounidense, de ascendencia irlandesa. Recién este año cumpliremos los treinta años de estar juntos.

 

Evalúe usted si las vivencias son comparables.

 

Además de esto al escribir yo mi novela, nadie sabia lo del supuesto acostón de Fuentes con Seberg. Eso se lo inventaron después de que mi demanda por plagio se hizo pública.

 

En fin. Esa grilla tan ruidosa y el favoritismo mostrado hacia Fuentes, desde mi punto de vista solamente los ubicó en su justo lugar histórico. Solitos se exhibieron. Y la historia los juzgará, como ya juzgó a Sealtiel Alatriste.

 

En privado recibí muchas muestras de apoyo de intelectuales extranjeros y mexicanos: por ejemplo Guillermo Cabrera Infante me habló desde Londres para decirme que a él también le había robado Fuentes muchos escritos e ideas. En Cuernavaca me reuní con Elena Garro y su hija, quienes me contaron historias de horror acerca de Carlos Fuentes. Igualmente Carlo Coccioli, columnista de Excelsior y Siempre, me advirtió del poder desmedido que Fuentes y su grupo tenían en México. El fue el único que se atrevió a defenderme por escrito, cosa que lo honra.

 

¿Cuál fue el curso de esta demanda y en qué concluyó?

 

Fue un problema legal tremendo, porque al parecer nunca se había efectuado una demanda de ese tipo en México. Por lo tanto no existían ni los precedentes ni las herramientas para llevar a cabo el juicio. Un ejemplo claro fueron los expertos: ni la corte ni yo tuvimos éxito en conseguir expertos literarios en México para emitir una opinión: al parecer temerosas de Fuentes, las universidades nacionales se rehusaron de plano a intervenir. Tuve que conseguir un experto en Estados Unidos quien emitió su opinión a mi favor con más de cien puntos de similitud.

 

 

A pesar de eso el juez, quien al parecer no leía ni sus propios dictados, decidió aplicar leyes equivocadas para “juzgar” el asunto: concluyó que sí, efectivamente estaban presentes todas las similitudes que yo mencionaba, pero que a final de cuentas yo no era el dueño de las palabras y por lo tanto no tenía forma legal de defenderlas!

 

Es decir, que aplicó las leyes de Protección de Marcas (donde las palabras comunes no pueden ser registradas como propiedad legal de nadie), en lugar de aplicar las leyes de Derechos de Autor. Mis abogados pretendían apelar y seguir el juicio, pero ante tanta estupidez y estulticia decidí ya no continuarlo y abandonar el país. Desde entonces radiqué en Estados Unidos.

 

¿Tuvo algún encuentro con Fuentes? ¿Qué le dijo, en caso de que haya sido así?

 

Nunca crucé palabra con él ni tampoco me interesó hacerlo en el juzgado, cuando el juicio se llevó a cabo. Mientras más conozco al hombre, más me repulsa su deshonestidad intelectual, por innecesaria pues tenía talento. Pero la honestidad es el valor más importante en un escritor. Sin ella, todo lo que escriba es basura. Compare usted la deshonestidad de Fuentes, con la intensa honestidad viril de José Vasconcelos. La diferencia es abrumadora. No en balde María Félix lo llamó mujeruco

 

 ¿Cuáles son algunas de las coincidencias que usted destacaría entre ambas novelas?

 

 Uff, son tantas. Más de cien directas. Tema, trama, estilo, tratamiento, personajes, expresiones, situaciones dramáticas, diálogos... basta con leer el estudio comparativo que presentamos en la corte.

 (Este es el Estudio Comparativo original.)

 

 ¿Considera que este problema lo ha distraído o frenado en sus aspiraciones literarias?

 

Para nada. No me ha alejado de la escritura en sí. He escrito y publicado otros cuatro libros, tanto en Español como en Inglés. En 1995 publiqué uno de los primeros libros diseminados por el Internet, llamado Proyecto México. Es un ensayo político y algunas de las ideas allí expresadas han tenido suerte y han encontrado su camino.

 

Pero el pleito con Fuentes si terminó por alejarme para siempre del ambiente literario en México, que por otra parte nunca me interesó mucho. Nunca hice las rondas de besamanos ni formé parte de ningún grupo, tanto por convicción como por temperamento.

 

Es terriblemente triste lo que pasa en ese ambiente: esta compuesto en muchos casos de pseudo escritores que no escriben, o que escriben cosas que nadie lee, y que se dedican a formar grupos de poder para conseguir puestos desde donde puedan dominar cotos burocráticos para repartirse premios y reconocimientos y por supuesto el dinero público. Es como en el juego de las sillas: cada sexenio todos corren alrededor para conseguir un asiento y se empujan entre ellos y bloquean a todos los que quieren participar para que a final de cuentas los que consiguen silla sean siempre los mismos.

 

Vea usted la lista y compárela usted con la de hace diez, quince o veinte años: son los mismos gatos en diferentes puestos. Parece ser que México está condenado a vivir en el caciquismo cultural, lleno de momias...

 

 Es una situación terriblemente triste.

 

 ¿A qué se dedica ahora?

 

Ha crear cosas. Aparte de escritor soy inventor y vivo de comercializar mis inventos. Soy presidente de dos compañías en Estados Unidos. Una de ellas se dedica a fabricar tecnología para la impresión de libros al instante, que yo inventé precisamente para atacar el problema de la censura en todo el mundo.

 www.instabook.net

 wikipedia

 ¿Ha sabido de otros casos de plagio de otros autores?

 

Históricamente no han existido muchos, realmente, si tomamos en cuenta la enorme cantidad de libros que se escriben anualmente. A lo largo de la historia se han producido unos cuantos solamente, y por eso mismo los que ocurren son tan vergonzosos y desconcertantes.

 

 Uno muy sonado fue el del escritor Alfredo Bryce Echenique, quien al parecer se dedicaba a traducir y copiar artículos europeos que hacía pasar por suyos en su país. Muy similar a lo que hacía Alatriste, en México, desde su puesto en la dirección cultural de la UNAM.

 

 Acá en Estados Unidos ocurrió el del periodista Jayson Blair, del New York Times, en el 2003, y más recientemente el de Michael Olesker del Baltimore Sun, en el 2006. También están los casos de Healy, el de Roots, y el de Kaavya Viswanathan cuya primera novela resultó ser un fusil de cinco diferentes libros. Pero repito, los casos de deshonestidad intelectual son contados en la historia pues el valor más importante de un intelectual es la honestidad. Sin ella, no valen nada. Por eso es que la mayor parte de los escritores se cuidan mucho de hacer ese tipo de pendejadas.

 

 Le agradezco de antemano la atención y espero tenga tiempo para responder las preguntas. Le envío un saludo afectuoso.

 

 Al contrario. Le agradezco a usted su interés.